
En oriente, occidente, donde la libertad espiritual, o donde Buda, donde Alá, donde Jehová, donde Jesús en la cruz mirándonos desde allí arriba, clavado en la historia que algún hombre contó o alguno escribió; y el teléfono – que aún no existía – más descompuesto que nunca, se encargó del error divino…
Y el látigo y la mazmorra, y
El cuento dice y se desdice; borra con el pie lo que escribe con el codo, o con el culo; quién sabe. Quién carajo sabe.
Así y todo, quien estas palabras deja, profesa indiferencia a la fe y cierto repudio al modus operandi de quienes en su nombre.
Soy un mero observador periférico de un núcleo que no me pertenece en absoluto. Eso sí, religiosamente, camino, respiro y eructo hasta el próximo día a seguir; si es que antes no muero.
Y si he de perecer, después vengo y les cuento.
En el nombre del padre, del hijo. De puta.
Amen.
No odien.
Leopoldo Siri.
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